Aeropuerto Internacional Miguel Hidalgo y Costilla.
Tlajomulco de Zúñiga, Jalisco.
Tlajomulco de Zúñiga, Jalisco.
Para cualquier diplomático que se precie de serlo, cualquier internacionalista, politólogo, vaya hasta las maestras de escuela o los programadores de software tiene pautas delimitadas, jerarquías, ceremoniales, et all [you've got the big picture already]... formas de procedimientos específicos que se deben seguir para mantener un orden.
Este fin de semana me vi inmerso en algunos compromisos que han requerido que practique algunas de las artes protocolarias, pero como buen periodista, dicho sea de paso, también me han dejado viborear a gusto ["echar el chal", en impropio lenguaje defeño].
Regresemos a este jueves 24 (Cf. añada la imagen y el sonido de las manecillas de un reloj corriendo retrocediendo rápidamente). Resulta ser que antes de irme "de vacaciones por un día", llegué a la oficina a la hora habitual y me encuentro con que, además de que no había luz en todas las colonias aledañas, producto de los vendavales que soplaron la noche anterior, había un fuerte operativo de seguridad.
¿Pues que acaso viene el presidente Calderón otra vez? --me pregunté--.
Y mientras registraba mi entrada la respuesta llegó sola: los policías bancarios y los federales vestían uniformes de gala, no había perros adiestrados ni enanos vestidos con gabardina negra (así visten los del Estado [Establo] Mayor)... así que, fue un "Nop".
Antes de las siete de la mañana llegaron algunos de los del departamento de fotografía y vídeo, así como los monitoristas, la Banda de Guerra, la Sinfónica de Alientos y la plana mayor de los generales, y claro, los medios, faltaba más. Todos, eso sí, de riguroso negro. [Y yo, en mis fachas, me decía].
Comenzó una ceremonia luctuosa en honor de algunos de aquellos policías que perdieron su vida en la lucha contra el crimen organizado, y pues como yo no andaba de negro, no podía salir ni al baño y ya no hablemos de asomar mi nariz al patio central, así que resignado, me senté en uno de los escritorios junto a una ventana y me dispuse a escuchar.
Comenzó el discurso de un funcionario, luego otro, y finalmente otro más [all tiresome], a continuación se entonaron los honores a la bandera, y les juró que me emocionó el escuchar el himno nacional de mi país con sinfónica y apoyada por las tubas, los trombones y los timbales de la banda de guerra, pues no paré de cantar las dos estrofas habituales.
Sin embargo, cuando llegó el momento del último homenaje, en lugar de disparar las 21 salvas --tal y como lo dicta el protocolo militar y policial-- se limitaron a que el comandante de la escolta, después del toque de la corneta, gritara, en este caso con su ronca voz y acento norteño:
"PO-OLECÍA FEDERAAAL" (sic).
Inmediatamente después la guardia de honor y todos los generales que se encontraban en sus asientos, así como los integrantes de la banda de guerra y de la sinfónica; todos, a voz en cuello gritaron (y en este caso se escuchó con una muy vívida entonación tepiteña; a saber, para los no iniciados: cantadito y chillante [high-pitched, in proper english]):
"PROTEGERYSERVIRALACOMUNIDÁ" (sic, idem).
[Nota del editor: la verdad es más hilarante cuando platico esta anécdotada de manera oral].
Mi más que inmediata reacción [si es que ello es posible o gramaticalmente permitida la expresión] fue soltar una estruendosa carcajada, la cual fue instantáneamente correspondida con la furtiva mirada de los asistentes hacia la zona en donde me encontraba.
Mmmm... creo que me estoy afoxiando.
Strike one!