domingo, 31 de diciembre de 2006

Antojos Tapatíos (2)

Estoy de regreso en Guanatosville para festejar el fin de año con la familia y sigo redescubriendo la fastfood jalisciense. Para empezar, he de decir que mi alma ya se encuentra en paz tras haber comido mi lonche de pierna en el mercado de Santa Tere. También me comí un biónico (fruta en rodajas con leche condensada y cereales) y unos salchipulpos que no son otra cosa que salchicas de cocktail fritas cortadas en forma de cruz que asemejan tentáculos bañadas en catsup y mostaza.

Pero he de destacar que entre las cosas que me parecen increíbles son el encontrar por lo menos en cada calle una tostadería o algún puesto de tortas ahogadas.

En las primeras, lo que venden son las clásicas tostadas de cueritos o de pata de cerdo, pero también las hay de ceviche de pescado (magníficas, por cierto); y a diferencia de lo que se acostumbra en el centro del país, aquí no hay ni de tinga ni de cochinita pibil. Y fue precisamente en la búsqueda de ese tipo de antojito que me encontré con otro lugar que llamó mi atención en sobremanera: La Taberna de Moe.

Este establecimiento, también ubicado a pocas cuadras de casa, ha cobrado relevancia en últimas fechas debido a que, no sólo se llama de forma semejante al pub que aparece en la teleserie de The Simpsons, sino que además elaboraban y comercializaban la cerveza Duff misma que tambiénaparece en el citado dibujo animado. Me di una vuelta por el local (una vieja casona) y la verdad quedé maravillado por la decoración Simpson alike, así como por su mesa de billar. Quizá lo que les faltaría es vender "llamaradas Moe".

Otro de los lugares a los que me gusta ir a comer en Guadalajara, es El Pollo Giro (Av. Manuel Ávila Camacho, en los límites de Gudalajara y Zapopan). Este local vende desde hace quien sabe cuantos años pollo rostizado estilo sinaloense acompañado de tortillas de maíz hechas a mano y una salsa martajada de jitomate, cebolla y chiles verdes picosísima, pero genial. Extraoficialmente se ha vuelto el punto de reunión de los distintos clanes Núñez para la comida dominical.

Mi visita a Guadalajara no habría estado completa sin ir a comerme una hamburguesa a las afueras de la Escuela Normal de Maestros. ¿Qué tiene de especial comer una hamburguesa en un puesto ambulante?, se preguntará el respetable. Pues bien... mmmm (Cf. cara de travesura realizada) sólo diré que son de aproximadamente 20 cm de diámetro y que uno las prepara a su gusto ¿necesito decir más?

domingo, 24 de diciembre de 2006

Antojos Tapatíos

Cuando era niño, dado que gran parte de mi parentela vive en la ciudad de Guadalajara, mis visitas a la Perla Tapatía eran no sólo habituales, sino que las consideraba particularmente largas al punto de verlas como una suerte de exilio, donde llegaba hasta a contar los días para poder regresar a Chilangolandia con una ansiedad casi comparable a la de los balceros cubanos que se lanzan hacia la Florida.

Con la primera juventud (léase antes de llegar a los 20's) pasó lo opuesto; aprovechaba cualquier ocasión para irme a la gloriosa ciudad de Guanatos y pasar allí el mayor tiempo posible acompañado de mis primos —los que son mis contemporáneos en edad, debo precisar— (Veros, Dulce y Jos), así como de los amigos que había hecho por allá; sin embargo, tras la muerte de mi abuelita materna, muchas cosas cambiaron y esa añorable etapa llegó a su fin.

Hoy que estoy a un par de años de llegar a la numeralia de los "tas", y que por razones de trabajo no puedo gozar de vacaciones en fin de año, el poder escaparme a la ciudad en cuestión, aunque sea por una noche, es algo invaluable. Si yo fuese un poeta, haría una oda o al menos una prosa de mi ciudad natal, pero como no lo soy, me concretaré en narrarles y describirles un poco de lo vivido:

Quizá sea por la nostalgia o por alguna de las misteriosas "profundidades del pan tostado" —léase no tengo ni la más remota idea del por qué— pero en esta visita he gozado de los pequeños detalles como el caminar por las calles con mosaicos multicolores, aspirar la dulce fragancia de los árboles de naranja o guarecerme en la sombra de los inmensos ficus.

Así como de ir a aquella iglesia en la que fui presentado de bebé —¡¡¡a pie!!!— puesto que está en la misma calle en la que vivo, o lo mejor de todo, desayunar en casa de mi tía Noemí sus maravillosos huevos con salsa y frijoles acompañados de un birote.
Hoy por la tarde que llegué, una vez que literalmente arrojé mi maleta a la recámara, bajé presuroso las escaleras de la casa de mis abuelos para dirigirme al mercado de Santa Tere para buscar satisfacer algunos de mis antojos.

Primeramente llegué al local de "las titas" a pedir un jugo de lima... simplemente exquisito... fue como recuperar parte de mi espíritu. Además debo comentar que entre las propiedades de dicha bebida se encuentran no sólo el vasto recurso de la vitamina "C", sino que además es excelente como desintoxicante de los intestinos; mejor que el Yakult... ¡ehhh!.

Después me dirigí a uno de los negocios aledaños para ordenar un "lonche de pierna", pero debido a la hora (4:30 P.M.) eso fue imposible, por lo que decidí salir a caminar por entre los cientos de lonas y ambulantes que pululan en el àrea y fue entonces que me encontré con un señor que vendía tejuino con nieve.

Ésta es una refrescante bebida de origen huichol que consiste de maíz sancochado, piloncillo, sal de grano, limón, y como ingrediente extra se le añade una enorme bola de nieve de limón. Es poco agradable a la vista sin duda, pero una vez que se prueba, el sabor es cautivante y no hay nada mejor para tomar en una tarde soleada.

Caminando ya de camino a casa de mi tía me encontré con la famosa birriería de Santa Tere, un restaurante-museo de las Chivas rayadas... el olor de la birria de chivo me hizo salivar pero tuve que resistir la tentación. Seguí caminando y me encontré con dos tostaderías cuyas especialidades son las tostadas de pata de cerdo y las de cueritos. Este par de especialidades no figuran de entre mis favoritas, pero conozco a algunos que el sólo mencionarlas les provoca singular alegría.

Finalmente, no podrìan faltar los numerosos puestos de tortas ahogadas... Mañana será el día de degustarlas... mmmm.


miércoles, 20 de diciembre de 2006

Eragon

He de reconocer que tras ver este filme, inspirado en el primer tomo de la trilogía El legado (Inheritance) de Christopher Paolini, tuve sentimientos encontrados.

Por un lado, visualmente, muchos de sus efectos son impecables. Explico: el director del largometraje, Stefen Fangmeier, si bien esta es su ópera prima detrás de la cámara, ya es todo un veterano en esta especialidad ya que en su curricula destacan, entre muchos trabajos, La Tormenta Perfecta (The Perfect Storm, 2000), Rescatando al Soldado Ryan (Saving Private Ryan, 1998) o Jurassic Park (1993); por lo que todas y cada una de las secuencias de acción, las tomas aéreas, y por sobretodo, aquellas relacionadas con la dragona que da razón de ser al largometraje, Saphira (en la voz de Raquel Weisz), harán que el espectador, por lo menos, se quede boquiabierto.

En segundo lugar, la ambientación del filme transcurre con cierta naturalidad, de forma muy semejante a la de Las Crónicas de Narnia: El León, la Bruja y el Ropero (The Chronicles of Narnia: the Lion, the Witch & the Wardrobe, 2005).

Aquí, los responsables optaron por los espacios abiertos con paisajes cautivantes filmados en Eslovenia, Hungría y la Columbia Británica (Canadá), en conjunción con la ya indispensable técnica de la pantalla azul (blue screen).

Sin embargo, a pesar de que para la producción se invirtieron cerca de 100 millones de dólares, se percibe una gran falta de profundidad en lo que se refiere al universo fantástico de esta novela, sobretodo si lo comparamos con El Señor de los Anillos (The Lord of the Rings, 2000-2003). Sí, yo se, las comparaciones son odiosas, pero en este caso es imposible no pensar en la adaptación cinematográfica de Peter Jackson.

Lo que me lleva a un tema aún más escabroso: el guión. Reconozco que no he leído la novela, pero el script de Eragon padece de la misma enfermedad que tuvieron las dos primeras entregas al cine de la saga de Harry Potter, a saber: su adaptación al séptimo arte consistió en pasar, literalmente, pasajes completos del libro al cine. El resultado: una trama forzada con diálogos planos y en algunos momentos difícilmente comprensibles para los "no iniciados" en la mitología Alagäesiana.

Pero eso no es todo. Hay numerosos pasajes en los que al transcurrir el andar de los personajes uno no sólo no puede evitar pensar en el estudio histórico-antropológico de Joseph Campbell: "El Héroe de las Mil Caras", sino también en Star Wars hasta el punto en que sólo faltó que el villano--what a... name!!!-- Galbatorix (interpretado por un nada creíble John Malkovich) declarara a Eragon (Edward Speleers): "¡yo soy tu padre!".

Vela sólo (sólo) si eres un consumado fan del género fantasía-ciencia ficción.

Ficha Técnica:
Eragon (2006)
Director: Stefen Fangmeier
Protagonistas: Edward Speleers, John Malkovich, Jeremy Irons.
Duración: 104 minutos.

sábado, 16 de diciembre de 2006

La cocina coreana vs Josef

Me encanta la comida. Desde niño, mi papá nos enseño (a mi hermana y a un servidor) que debíamos aprender a comer de todo por varias razones: en primer lugar para que en caso de que estuviéramos en casa de algún amigo o conocido, y nos quedáramos a compartir los alimentos con ellos, no causáramos alguna vergüenza con declaraciones como: "guácala" (eew!, for the english spokens), o "es que no me gusta esto, señor(a)", etc... you've got the main idea.

Cuando practicaba Tae-Kwon-Do, por ahí de 1987, le pedí a mis padres que de cumpleaños me llevaran a comer a un restaurante de comida coreana, por aquello de conocer más acerca del arte marcial que estaba estudiando y porque los Juegos Olímpicos serían en la capital de ese país al año siguiente.

Llegó la fecha de mi onomástico y fuimos al que en ese entonces era el único restaurante de la especialidad en la ciudad de México. Se llamaba el "Pabellón Coreano" y estaba ubicado en la Zona Rosa (Estocolmo #16, entre las calles de Hamburgo y Paseo de la Reforma).

De ese primer encuentro con la gastronomía del país de la Calma Matinal, recuerdo que en la mesa había al centro una parrilla semejante a las de los restaurantes que preparan tepanyaki (cocina japonesa), que lo que nos sugirieron para comer lo traían en unos frascos de conserva que, en palabras de mi querida hermana, "olían a podrido" (en realidad estaban fermentados). Éstos se ponían en la plancha para asar y se llevaban a un plato con una salsa extremadamente picosa y con un predominante sabor a ajo.

Para no hacer el cuento largo, ese día termine comiendo verduras rayadas, y nunca más hemos vuelto a degustar este particular estilo de cocina... Hasta ayer.

Imaginen la escena:

Viernes de quincena, filas interminables en todos los bancos. Sí, en todos los bancos de la Zona Rosa; miles de usuarios que iban a cambiar cheques, pagar servicios y tarjetas, cambiar divisas, et all... 16:30 horas y sin nada en el estómago desde el desayuno de las 06:00 horas. El buen Josef tiene ¡mucha! hambre.

Una vez que ha salido del pandemonium bancario va caminando sobre la calle de Amberes pensando en las "profundidades del pan tostado" y "la inmortalidad del cangrejo" (es decir, en nada en particular), cuando de pronto un súbito olor lo devuelve al plano material de la existencia mediante el arco reflejo del reclamante estómago.

Su reacción inmediata fue dirigir el agudo sentido del olfato cual sabueso hacia el origen de aquella placentera escencia. A unos cuantos pasos de distancia aparece un anuncio que dice: "Restaurante Cheang Ki y Ya. Comida Coreana, Oriental y Sushi. Buffet $79 pesos".

Las tripas gruñen con creciente intensidad así que eflexiona por un momento considerando la experiencia anterior y concluye que si de nueva cuenta no le convence lo que va a comer, podrá acabar degustando sushi o fideos largos sin problemas.

El lugar era angosto, con decoración casi inexistente. Las paredes con tirol en color blanco. El restaurante está dividido en tres secciones, las que están junto a la recepción asemejan gabinetes como los que existían en aquellos viejos cafés de chinos del centro histórico con sus sillones de piel y sus paneles de madera. No había nadie en aquella zona.

La segunda sección, la cual se encontraba casi vacía, tenía una docena de mesas de tamaño pequeño, cuadradas. Con vista a la calle se encontraban las mesas del buffett, una para platillos calientes; y otra para los fríos donde se encontraban los rollos de sushi, las ensaladas y los postres. Finalmente la tercera sección se encontraba al fondo del restaurante, zona en la que se encontraban sentados únicamente miembros de la creciente comunidad coreana de la ciudad. Cabe destacar que lo único que separaba la ambas secciones era un biombo retractil.

Los meseros (3, hasta donde pude identificar), mexicanos todos, sin la más mínima preparación para atender a los comensales. Jamás me recibieron al entra al local, y ya no digamos me dirigieron hacia donde sentarme.

Ya instalado en la mesa y una vez que pedí un refesco de cola (no tenían ninguna clase de té), sugerí me mostraran la carta para que así me recomendaran algún platillo. Su respuesta: arrojaron la Carte de Menu a la mesa con un "permítame" como justificación, tan sólo para atender servilmente a un par de jovencitas del país extranjero en cuestión quienes en ese preciso instante habían pedido su cuenta.

Dado que el mesero en cuestión desapareció (no regresó a tomarme la orden), me puse de pie para dirigirme a la mesa del buffet. Los platillos olían bien, pero no había ninguna descripción de lo que había en cada una de las charolas.

Tome un plato, me serví un poco de cada platillo de la mesa de las especialidades, tomé un juego de palillos (chop sticks) y me dirigí de regreso a la mesa. Di el primer bocado a un trozo de arroz. Instantáneamente vino a mi mente el emblemático recuerdo del sabor a fermentado. Probé entonces unos cebollines (nabules), estaban salados, pero eran preferibles al arroz.

Seguí con unos rollos primavera versión miniatura, los cuales estaban crocantes, cual debe ser; carne de res en salsa de soya y chiles, picosa, pero de sabor agradable; Y un poco de carne en salsa agridulce, pero al darme cuenta que la vianda era era en realidad cerdo, la dejé. Me dirigí nuevamente a la mesa del buffet para coger otro plato y servirme sushi. Tristemente ya no había, los 4 o 5 mexicanos que estabamos ahí al parecer habíamos coincidido en pensamiento, así que terminé, nuevamente, comiendo verduras, en este caso, ensalada de lechuga con pepino y jitomate.

Tras probar unas fresas con crema como postre, pedí la cuenta en tres ocasiones. Pasaron cerca de 10 minutos (con el restaurante casi vacío, debo enfatizar) antes de que ésta llegara. Puse el dinero correspondiente y como no pasaban a recogerlo, sin más, salí del lugar.

Así que van dos experiencias negativas con la cocina de uno de los más bellos y emblemáticos países del mundo. Pero hay que decir que los dueños, coreanos por supuesto, de este restaurante deben escoger mejor al personal que trabaje para ellos.

miércoles, 6 de diciembre de 2006

God Only Knows (+ Love Actually)

Siguiendo con el tema del filme Love Actually, en la última escena del mismo, tocan como música de fondo una canción que se llama God only knows, quizá la única canción de los Beach Boys que realmente me gusta. Es una tonada simple, pero directa... un rolón:

I may not always love you
But long as there are stars above you
You never need to doubt it
Ill make you so sure about it.
God only knows what Id be without you.

If you should ever leave me
Though life would still go on believe me
The world could show nothing to meSo what good would living do me.
//God only knows what Id be without you//.


If you should ever leave me
Well life would still go on believe me
The world could show nothing to me
So what good would living do me.

////// God only knows what Id be without you
God only knows what Id be without you
God only knows ///////.

Pues bien, el domingo pasado decidí adelantarme mi regalo de Navidad, así que me autoregalé el DVD: Jamie Cullum, Live at the Blenheim Palace. El concierto es simplemente sorprendente y altamente recomendable.

Entre sus extras se encuentran los videos de All at Sea (atención, Juliux), Photograph y These are the Days; asimismo, intercalado en el concierto aparecen algunas pequeñas entrevistas y declaraciones del cantante desde algunos de los multiples puntos del mundo en los que ha ofrecido conciertos.

Pero lo mejor de todo es que uno de los temas que canta en el concierto el enfant terrible du Jazz es precisamente....

Sí, God Only knows, mismo que interpreta magistralmente, en una versión que por razones obvias recuerda a sus intérpretes originales, pero que, acompañado de un cuarteto de violinistas, Cullum le da ese sello tan peculiar que tiene de fusión entre el pop y el jazz. Sin más, les invito a disfrutarlo. Tan sólo den click en la imagen que aparece a continuación.

viernes, 1 de diciembre de 2006

Realmente Amor (Love Actually)

Una de las películas que gusto de ver, y no precisamente porque evoque "el espíritu de las festividades", –aunque reconozco que tiene algunas partes que creo están de sobra–, es Realmente Amor (Love Actually, 2003) .

Sí, muchos coincidirán en que es un filme que raya en el extremo de lo cursi; sí, pareciera que fue hecho exprofeso para el mercado de las fiestas –y compras– decembrinas, también pareciera ser cierto que a este blockbuster dirigido y escrito por Richard Curtis buscaron retacarle hasta su máximo posible la "justificación" de que se trata de una historia –mejor dicho, 10 historias– navideñas.

Pero no se si sea debido a que Curtis fue también el guionista de otra de la magistral: Cuatro Bodas y Un Funeral (Four Weddings and a Funeral, 1994), o director del hilarante Diario de Bridget Jones (Bridget Jones's Diary, 2001), y sea su consiguiente estilo de dirección lo que hizo que éste largometraje no sólo haya sobrevivido al olvidable attaché de las películas navideñas; y en cambio, sea hoy en día una referencia obligada dentro de la categoría de comedias románticas.


Este rompecabezas de historias inicia, precisamente parodiando el tema principal de las Cuatro Bodas y un Funeral: Love is all Arround, sólo que "adaptándolo" a las navidades, todo para que una ex estreña del punk, ex adicto a la heroína, Billy Mack (Bill Nighy), el personaje más divertido del filme, pueda volver a recuperar aunque sea un poco de su ya olvidada fama.

De ahí, la historia cambia a la de Jamie (Colin Firth –en su papel de siempre–) un escritor que está por salir de su casa para asistir a una boda; de ahí, nos mueven a un edificio de oficinas para presentarnos a Colin Frissell (Kriss Marshall), un desesperado y osbsesivo treintón –perro, en lenguaje coloquial mexicano– que busca llamar la atención de cualquier fémina por cualquier medio; la cámara se mueve ahora para presentar a Mark (Andrew Lincoln) y a Peter (Chiwetel Ejiofor) quienes están platicando de las desventuras de la despedida de soltero de éste último momentos antes de iniciar la ceremonia en la que contraerá matrimonio con la bellísima Juliet (Keira Knightly), y así sucesivamente la historia va pasando agilmente de historia en historia durante poco más de dos horas hasta su desenlace.

Hay muchas escenas que considero de mis favoritas, como aquella de la boda en la que a los novios, al final de la ceremonia, sorpresivamente les cantan una de las mejores canciones de The Beatles: All you need is love.


O aquella en la que un chavito de como 11 años, Sam (Thomas Sangster) está al parecer encerrado en una depresión por la súbita muerte de su mamá... Y cuando todo parece indicar que así es, y su padrastro (Liam Neeson) también así lo cree, resulta que que el precoz joven en realidad está enamorado y dispuesto a cualquier cosa para que la niña en cuestión le haga caso.



Y que decir de las escenas en las que el protagonista es Hugh Grant en el papel de un Primer Ministro del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del norte, soltero, que está enamorado de una de sus asistentes, Natalie (Martine McCutcheon) y que, tras darle un un revés diplomático al presidente de los Estados Unidos (Billy Bob Thorton) se pone a festejar, a semejanza de Tom Cruise en Risky Bussiness, bailando por toda la residencia oficial de Downing Street.


O aquella otra en la que se dispone a buscar a la mencionada Natalie por la "calle más larga de todo Londres", puerta por puerta y casa por casa, y en una de estas un trío de niñas lo orillan a cantar villancicos.


Y así podría seguir enumerando los pequeños y grandes momentos de esta obra cinematográfica, de la cual, también su banda sonora, compuesta por Craig Armstrong, y el soundtrack recopilado para la misma son inovidables.

De éste, el mejor de los temas es, sin duda, Songbird, interpretado por Eva Cassidy, pero no por ello son de menor importancia canciones como Too lost in you de Sugababes, Turn me on de Norah Jones; grandes clásicos como Both Sides Now (era uno de los temas de la TV serie The Wonder Years) de Joni Mitchel, y God only knows de los Beach Boys; o básicos navideños como White Christmas de Otis Redding, All I want for Christmas is you en la interpretación de Olivia Olson, All Alone on Christmas de Darlene Love, entre otros.
Realmente, una buena película y música para disfrutar en cualquier época del año y circunstancia.

Ficha técnica.
Realmente Amor (Love Actually, 2003).
Director: Richard Curtis.
Protagonistas: Hugh Grant, Colin Firth, Alan Rickman, Keira Knightly, Ema Thompson, Laura Linney, Liam Neeson, Martine McCutcheon, Bill Nighy, Andrew Lincoln, Rowen Atkinson, etc.
Duración: 129 minutos.