miércoles, 13 de junio de 2012

Vacaciones en Atlanta, día 5


Hoy fue día de sustos y cambios de agenda. Primero, me levanté súper tarde y ya no alcancé el desayuno del hotel por lo que acabé comiendo unos wafles de microondas, [giac...]

Luego, mi GPS y brújula internas se declararon en paro general [sin pliego petitorio] y como consecuencia me perdí no una, sino tres veces en Midtown, desperdiciando tiempo muy valioso en medio de un calor y nivel de humedad abruhumantes. Aunque de ahí lo bueno que rescato fue que terminé visitando dos lugares que no tenía planeados: El Museo del Holocausto y el de los Muppets (que encantaría a @Penieres).

Posteriormente, cuando por fin pude llegar al museo que buscaba: el Centro de Historia de Atlanta, éste estaba a una hora de cerrar por lo que tuve que recorrerlo en friega hasta que me corrieron (literalmente) aunque, eso sí, vi lo que más me interesaba: las salas sobre la guerra civil y de los JO de 1996.

Tras comer en un lugar Thai que me gustó mucho, me dirigí —ya con media hora de retraso—al estadio para el juego de los yankees (comenzaba a las 19:10) y que me percato que no traía conmigo el boleto; y pues vas p'atrás y a cruzar media ciudad en metro de vuelta al hotel... Nada más me perdí la mitad del encuentro (sighs). Justo cuando lo disfrutaba, que les dan la vuelta los mulos a mis Bravos, cortesía de un grand slam cortesía de A-Rod. El score final fue 6-4 a favor de los de NY.

Pero ese no es el final de la historia. Justo cuando terminó el encuentro y me puse de pie, me percaté que no traía mi cartera... [añada aquí la expresión de su preferencia... Y un poco de agua para que crezca, ja]. Lo primero que pensé, después de revisar hasta la resignación los bolsillos de mis bermudas y la mochila, fue, aunque usted, no lo crea: "no voy a poder votar, No!" [voz en off: "te lo dije... Te lo diiiiije"].

De vuelta al hotel —en metro, de nuevo— mientras clamaba a Dios por paz, serenidad y paciencia [¡Kalimáaaaaaaan!] mis malos pensamientos empezaron a hacerme jugarretas de la talla de: "¿Y ahora cómo me voy a mover? ¿Qué voy comer? ¿Qué haré primero: reportar las tarjetas o hablar al Consulado?...", etc.

En fin cuando arribé al lobby del hotel, ya imaginarán cómo me sentía y me veía, que en cuanto me vio, el gerente me llamó y puso en mi mano la cartera con la llave de la habitación y me dice: "se te cayó cuando llegaste corriendo a buscar tus boletos para el juego".

Sí, nuevamente la gracia de Dios es manifiesta en este viaje y en los más pequeños detalles. Solís Deo Gloria.

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