Hay veces que pienso --principalmente cuando no me queda de otra y tengo que ir a Coyoacán, o bien cuando estoy en la Universidad [especialmente en Ciudad Universitaria]-- que mi capacidad de asombro no tiene fin; y en consecuencia, ello me hace el día y empiezo a reir como bobo [mmm... raro en mi].
Sin embargo, el día de hoy me ocurrió algo que podría denominar como totalmente fuera del script. Iba yo felizmente con mi backpack a la espalda, cruzando tranquilamente el puente peatonal que está frente a Periférico y La Feria de Chapultepec. Le hice la parada el colectivo que me llevaría a satelucolandia y me alegré, en verdad me alegré... subí al transporte, saludé cortésmente al conductor y me dispuse a tomar asiento, abrí mi mochila y tomé mi comic de Green Lantern y comencé a leer.
Pasaron algunos felices momentos en los que cada vez me metía más y más en esa historia en la que Kyle Rayner se debate en cómo ser un héroe o de plano dedicarse a seguir pintando acuarelas e historietas, cuando de pronto... ¡Splat! parte de mi cabeza, mis anteojos y mi chamarra [sí, mi favorita, la Tommy roja... I know it sounded really materialist] quedaron salpicados de una sustancia caliente y viscosa.
Lo que primero que reaccionó fue mi sentido del olfato: Mmm... atole de arroz (Cf. añádase la expresión por antonomasia de Homero Simpson). Inmediatamente después entré en una especie de shock y lo primero en lo que me preocupé fue de mi historieta [pus ¿Qué esperaban?], misma a la que afortunadamente no le había ocurrido nada [Sola gratia]; fue entonces cuando a lo lejos escuché una lejana voz de mujer que decía "ay, usted disculpe, joven".
Levanté entonces la mirada todavía perpleja por lo sucedido, y juro que no me enojé, de veritas, estaba demasiado asombrado para hacerlo. Fue entonces cuando mis ojos --ya sin lentes-- borrosamente se encontraron con una señora de aproximadamente 40 años, verdaderamente afectada por la involuntaria acción --estaba abochornada y casi llorando, mientras que los demás pasajeros apenas se comenzaban a percatar de la escena--, que dicho sea de paso, fue provocada por uno de esos pero para nada numerosos baches que no hay sobre la principal vía rápida del Área Metropolitana.
Lo siguiente que recuerdo es que no paraba de disculparse y que se ofrecía a limpiar mi chamarra, me obsequió unos pañuelos desechables [kleenex, también por antonomasia, Palazuelos] para tratar de aminorar el daño y finalmente un billete, mismo que yo le rechazaba también sin cesar.
--No señora, cómo cree, no puedo aceptarlo, le decía.
--Por favor, acéptelo, me repetía ella una y otra vez.
Finalmente accedí a tomar su billete, guardé mi novela gráfica en la mochila antes de que ocurriese algo peor y me puse de pie para quitarme la ya entonces mojada chaqueta, limpié mis lentes e involuntariamente comencé a reir, al igual que la señora y dos que tres personas cercanas.
Curiosamente, el resto del trayecto, el chofer manejo de una forma bastante civilizada... surrealista, añadiría. Total, llegué a mi destino donde afortunadamente hay dos lavanderías y dejé encargada mi prenda para que le diesen el mejor trato posible.
Así que al momento en que estoy escribiendo estas líneas estoy en camisa con bastante frío en la gélida Facultad de Estudios Superiores Acatlán esperando a que den las 6 de la tarde para recoger, ahora sí --espero-- mi impecable chamarra roja.
¡Chaz! Lo que tiene que ocurrir para que "me inspire" a escribir.
Shit Happens!
Sin embargo, el día de hoy me ocurrió algo que podría denominar como totalmente fuera del script. Iba yo felizmente con mi backpack a la espalda, cruzando tranquilamente el puente peatonal que está frente a Periférico y La Feria de Chapultepec. Le hice la parada el colectivo que me llevaría a satelucolandia y me alegré, en verdad me alegré... subí al transporte, saludé cortésmente al conductor y me dispuse a tomar asiento, abrí mi mochila y tomé mi comic de Green Lantern y comencé a leer.
Pasaron algunos felices momentos en los que cada vez me metía más y más en esa historia en la que Kyle Rayner se debate en cómo ser un héroe o de plano dedicarse a seguir pintando acuarelas e historietas, cuando de pronto... ¡Splat! parte de mi cabeza, mis anteojos y mi chamarra [sí, mi favorita, la Tommy roja... I know it sounded really materialist] quedaron salpicados de una sustancia caliente y viscosa.
Lo que primero que reaccionó fue mi sentido del olfato: Mmm... atole de arroz (Cf. añádase la expresión por antonomasia de Homero Simpson). Inmediatamente después entré en una especie de shock y lo primero en lo que me preocupé fue de mi historieta [pus ¿Qué esperaban?], misma a la que afortunadamente no le había ocurrido nada [Sola gratia]; fue entonces cuando a lo lejos escuché una lejana voz de mujer que decía "ay, usted disculpe, joven".
Levanté entonces la mirada todavía perpleja por lo sucedido, y juro que no me enojé, de veritas, estaba demasiado asombrado para hacerlo. Fue entonces cuando mis ojos --ya sin lentes-- borrosamente se encontraron con una señora de aproximadamente 40 años, verdaderamente afectada por la involuntaria acción --estaba abochornada y casi llorando, mientras que los demás pasajeros apenas se comenzaban a percatar de la escena--, que dicho sea de paso, fue provocada por uno de esos pero para nada numerosos baches que no hay sobre la principal vía rápida del Área Metropolitana.
Lo siguiente que recuerdo es que no paraba de disculparse y que se ofrecía a limpiar mi chamarra, me obsequió unos pañuelos desechables [kleenex, también por antonomasia, Palazuelos] para tratar de aminorar el daño y finalmente un billete, mismo que yo le rechazaba también sin cesar.
--No señora, cómo cree, no puedo aceptarlo, le decía.
--Por favor, acéptelo, me repetía ella una y otra vez.
Finalmente accedí a tomar su billete, guardé mi novela gráfica en la mochila antes de que ocurriese algo peor y me puse de pie para quitarme la ya entonces mojada chaqueta, limpié mis lentes e involuntariamente comencé a reir, al igual que la señora y dos que tres personas cercanas.
Curiosamente, el resto del trayecto, el chofer manejo de una forma bastante civilizada... surrealista, añadiría. Total, llegué a mi destino donde afortunadamente hay dos lavanderías y dejé encargada mi prenda para que le diesen el mejor trato posible.
Así que al momento en que estoy escribiendo estas líneas estoy en camisa con bastante frío en la gélida Facultad de Estudios Superiores Acatlán esperando a que den las 6 de la tarde para recoger, ahora sí --espero-- mi impecable chamarra roja.
¡Chaz! Lo que tiene que ocurrir para que "me inspire" a escribir.
Shit Happens!
2 comentarios:
generalmente esto no le sucede a un tipico ciudadano en México........jajajaja, te entiendo de repente a algunos nos pasan cosas peores como caernos encima un huevo estrellado o una buena mojada y no precisamente de atole jajajaja pero en fin... lo bueno que se resolvio.. y como quedo tu chamarra???
Pues que bueno que fue atole y no un niño regurgitando, hehe, y que bueno que no salpico a tu comic, porque sabes que yo se que es eso de que le pase algo a un ejemplar del septimo arte
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