El día de ayer para festejar el cumpleaños de La Miss fuimos a comer a un nuevo lugar de la zona comercial de Ciudad Satélite que ostenta este mismo nombre, pero con doble "k". El local, según la información recabada, tiene menos de dos semanas de haber sido inaugurado y lleva el ya choteado término de Grill & Bar.
El lugar de decoración contemporánea y simple, cuenta con poco más de una docena de mesas y sillas de madera oscura. La barra, que es atendida por tres barman, es amplia y tiene a la vista todas las botellas acomodadas por tipo de bebida y en los anaqueles inferiores, se encuentran los vasos tambien perfectamente acomodados por tipo. En el piso superior se aprecian sillones y mesas ratona seguramente destinados para alojar a la chaviza que asiste por las noches tan sólo por los tragos.
Sin embargo, desde la entrada el servicio es disperso. Aunque se había hecho una reservación, para un grupo numeroso, de los tres meseros con los que cuenta el establecimiento, tan sólo uno de ellos se aparece por las mesas y lo hace con una oportunidad y gentileza dignas de un alarife.
En la carta de Paprikka se lee que los platillos se elaboran al momento, por lo que piden al cliente de su comprensión y paciencia. Lo que no se explica es cómo el que el referido mesero tardase cerca de media hora tan sólo para tomar la orden de las bebidas y casi una para llevar canastas de pan.
Y es en ese momento cuando uno de los tres socios del lugar, Eduardo Hernández (homónimo de aquel gran reportero de El Economista), hizo su aparición. A diferencia del personal que para él labora, éste último sí es servicial y lo más importante, movido: se aprestó a colocar servicios de cubiertos, mesas sin acomodar y llevar más panes recién horneados que los comensales agradecen ante lo avanzada de la tarde.
Uno de mis amigos venía con su pequeña de dos años, y no se necesita ser padre para saber que a los niños el hambre no los espera, por lo que pidió a este novel camarero le tomara la orden. Éste respondió con una negativa, a lo que mi cuate le arguyó que sus formas de atender no eran ni las mínimas, así que ante lo acomedido del servicio decidio salir a comprar Gerber's para su hija.
Interminable pareció el tiempo hasta que el ya referido mesero se digno en tomar la orden, y no lo hizo sino hasta que todas las mesas fueron ocupadas en su totalidad. Nuevamente sus otros dos compañeros brillaron por su ausencia. Cabe señalar que, además de nosotros, que ocupábamos siete mesas, tan sólo otras dos mesas tenían comensales.
Dos horas y 15 minutos después llegó --finalmente-- la comida. Se ordenó un spaghetti a los cuatro quesos ($69 pesos). En su lugar llega un macaroni (dijeron que era fusili) casi frío con consistencia chilosa y color comparable al Cheez Whiz, así como de sabor insípido.
El compadre, por su parte, encargó como primer tiempo una crema de chile poblano, imposible de comer; como segundo, una arrachera, ésta última presentada en una ración ridícula y excesivamente cocida.
Mi mejor amiga, pidió una hamburguesa paprika de carne de res ($79 pesos). La carne, había especificado se prepase término medio; sin embargo, llegó bien cocida y dura. Lo rescatable de este platillo fueron las papas a la francesa sazonadas con limón y diversas pimientas.
Su esposo, en cambio, ordenó un spaghetti con mariscos ($95 pesos). Éste último platillo sí llega como debe ser, fue lo mejor de esa infortunada merienda (pasaban ya de las 17:30 horas). La salsa de tomate con albahaca estaba sabrosa, pero los marciscos resultaron ser una guarnición que constaba de un langostino frío, un pequeño calamar y par de almejas también frías; cuando lo obvio habría sido que los frutos del mar estuviesen integrados con la pasta.
Rectifico, el mejor momento de la tarde fue cuando nos entregaron tarjetas de descuento esperando que volvamos a visitarles... Como diría el amigo Jules... ¡Seguro...!
Paprikka bar & grill
Fernando Leal Novelo #9
Ciudad Satélite, Naucalpan, Edomex.
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