Concluye con El Ocaso de los Dioses la puesta en escena de El Anillo del Nibelungo, en el marco del XXII Festival de México en el Centro Histórico.
Por José Luis Núñez
Hace cuatro años, Sergio Vela logró lo que se parecía impensable: montar en el Palacio de Bellas Artes la primera entrega de la Tetralogía de El Anillo del Nibelungo (Der Ring Des Nibelungen).
Tras El Oro del Rhin (Das Rheingold) en 2003, seguido de La Valquiria (Die Walküre) en 2004, y Sigfrido (Siegfried) en 2005, Vela no sólo ha acallado a sus detractores, sino que se ha consolidado como el gran presentador de la ópera en México y como un director creativo e innovador en la forma. Este año, el ciclo se cierra con la presentación de la última entrega de esta obra cumbre de Richard Wagner (1813-1883): El Ocaso de los Dioses (Die Götterdämmerung).
Ayer se presentó el ensayo general y tal y como ya nos ha acostumbrado el mencionado director artístico, se conjuntó la sencillez y la movilidad escénicas desarrolladas por Jorge Ballina Graf, la intemporalidad de los personajes y la alta tecnología en una especie de conjunción cine-teatro, donde se mantiene la continuidad en los recursos visuales como la delimitación del escenario a la forma de un círculo que representa al anillo y que proyecta a éste como narrador y punto de observación; así como la proyección de los elementos de la naturaleza, clave en el desarrollo de la historia: el agua, que representa al Río Rhin; el fuego, que simboliza al castigado dios Loge y la destrucción; y la vegetación que hace alusión al elemento del Fresno del Mundo.
También vuelven las máscaras diseñadas por Jorge Ballina Garza, las cuales, de acuerdo con la cosmovisión de Vela, evocan los inicios del teatro y tragedia griega, congelan la expresión de los personajes, y destacan sus virtudes o defectos. En El Ocaso de los Dioses, se incorporan el personaje de Hagen, cuyo disfraz lo hace parecer un jabalí; y los príncipes Günther y Gutrune, de facciones más humanas y que les refleja vulnerables y manipulables.
El Ocaso inicia, de una forma muy diferente a sus antecesoras. El panorama es lúgubre y desolador. La maldición del Anillo ha vuelto locos a los dioses, quienes han talado el Fresno del Mundo y han colocado sus leños en la galería del Palacio Valhala para alimentar el fuego de la chimenea, sin saber que ello acarreará su propia destrucción. Por otra parte, Wotan, el dios principal, se encuentra devastado por haber exiliado a su hija Brunnhilde a una colina rodeada por las llamas del dios Loge, y por haber sido vencido en combate por el humano -welsungo- Siegfried, de cuya batalla conserva como recuerdo los trozos de su lanza sagrada.
De esta forma, las tres Nornas, oráculos de la mitología germánico-escandinava, narran los eventos más destacados ocurridos en las tres partes anteriores de la tetralogía como son la Construcción del Palacio Valhala; el robo del Oro del Rhin, por parte de Alberich, a las Ondinas; el forjado de la espada de Nothung con la que posteriormente también Siegfried mató al dragón Fafner y logró para sí el Anillo; y el secreto de la mujer encerrada tras las llamas (la valquiria Brunnhilde) quien sólo podrá salir hasta que un hombre sin miedo (Siegfried) la desvirgue.
Como es característico en la obra de Wagner, musicalmente, el rol de cada personaje es reforzado por el recurso del leit motif (hilo conductor), de tal forma, cuando ocurre algún asesinato, los acordes que hacen referencia a la maldición del Anillo toman un tono agresivo que es secundado por los cornos y demás instrumentos de aliento-metales, mientras que visualmente, se puede observar, repentinamente, el cambio de color áureo a carmesí en el gran anillo que está puesto digitalmente en la pantalla del escenario.
También, cuando en el desarrollo de la obra se está cerca del Río Rhin, los instrumentos que sobresalen son los de aliento como flautas y clarinetes, así como los de cuerda: violines y arpas, y algunas percusiones como el triángulo que, reforzadas con tres voces femeninas _soprano, mezzo y contralto-_, reflejan la vida marina y el clamor de las Ondinas, quienes aparecen “nadando” suspendidas por los aires, mientras que el proyector arroja en tonos verde-azulados imágenes que hacen recordar al vital líquido.
La conjunción de los elementos actorales, escénicos, musicales y visuales hacen ver, de un modo integral, esta fantasía mitológica digna de los mejores teatros de Ópera a nivel mundial.
Aunque esta vez no hay caballos voladores, ni dragones de piedra, para “apantallar” al espectador. Es de destacar la escena de la muerte de Siegfried, conmovedora y desgarradora, como consecuencia de su traición a la mujer amada y que reafirma que, aunque exista el arrepentimiento, éste no borrará las consecuencias de la infamia cometida.
Pero como en toda buena historia, el orden debe ser restablecido. En este caso el Anillo, para ser purificado de su maldición, debe regresar a su punto de origen: el Rhin. Para ello, también se habrá de hacer el supremo sacrificio que llevará al fin de una era y al comienzo de otra.
Regresa al papel estelar de Siegried, el tenor norteamericano Peter Svensson. El resto del elenco está conformado por cantantes extranjeros como la soprano Ursula Prem, quien interpreta a Brunnhilde; el barítono Andrea Silvestri, en el papel de Hagen -quien, por cierto, se llevó la mayor ovación del público-; y Elena Petranova, como Gutrune; así como destacados intérpretes mexicanos como el barítono Jesús Suaste, quien vuelve una vez más en el rol del elfo Alberich; el tenor Jorge Lagunes como el príncipe Günther y las sopranos: Irasema Terrazas, Carla López Speziale y Encarnación Vázquez como las Ondinas.
El Coro y la Orquesta del Teatro de Bellas Artes son dirigidos magistralmente, de nueva cuenta, por Guido Maria Guida; el vestuario está a cargo de Violeta Rojas; y la iluminación es de Víctor Zapatero. Todos ellos, en conjunto con los Jorges Ballina, conforman el equipo con el que Vela ha trabajado desde hace ya casi seis años cuando comenzó la preproducción, y desde hace cuatro cuando se concretizó el montaje de Der Ring des Nibelungen.
En conferencia de prensa, Sergio Vela adelantó que se realizará un DVD con la recopilación de las cuatro partes de la obra wagneriana, así como un libro bellamente ilustrado con todos los detalles de la producción.
El Anillo del Nibelungo: El Ocaso de los Dioses (Die Götterdammerung)
Palacio de Bellas Artes. XXII Festival de México en el Centro Histórico.
Funciones: Domingo 26, Jueves 30 de Marzo y Domingo 2 de Abril, 17:00 horas
Costo: $1300, $900, $450; $390 y $100 pesos.
Duración: 5 horas 30 minutos, más dos intermedios de media hora.
Publicado también en CIO.
Por José Luis Núñez
Hace cuatro años, Sergio Vela logró lo que se parecía impensable: montar en el Palacio de Bellas Artes la primera entrega de la Tetralogía de El Anillo del Nibelungo (Der Ring Des Nibelungen).
Tras El Oro del Rhin (Das Rheingold) en 2003, seguido de La Valquiria (Die Walküre) en 2004, y Sigfrido (Siegfried) en 2005, Vela no sólo ha acallado a sus detractores, sino que se ha consolidado como el gran presentador de la ópera en México y como un director creativo e innovador en la forma. Este año, el ciclo se cierra con la presentación de la última entrega de esta obra cumbre de Richard Wagner (1813-1883): El Ocaso de los Dioses (Die Götterdämmerung).
Ayer se presentó el ensayo general y tal y como ya nos ha acostumbrado el mencionado director artístico, se conjuntó la sencillez y la movilidad escénicas desarrolladas por Jorge Ballina Graf, la intemporalidad de los personajes y la alta tecnología en una especie de conjunción cine-teatro, donde se mantiene la continuidad en los recursos visuales como la delimitación del escenario a la forma de un círculo que representa al anillo y que proyecta a éste como narrador y punto de observación; así como la proyección de los elementos de la naturaleza, clave en el desarrollo de la historia: el agua, que representa al Río Rhin; el fuego, que simboliza al castigado dios Loge y la destrucción; y la vegetación que hace alusión al elemento del Fresno del Mundo.
También vuelven las máscaras diseñadas por Jorge Ballina Garza, las cuales, de acuerdo con la cosmovisión de Vela, evocan los inicios del teatro y tragedia griega, congelan la expresión de los personajes, y destacan sus virtudes o defectos. En El Ocaso de los Dioses, se incorporan el personaje de Hagen, cuyo disfraz lo hace parecer un jabalí; y los príncipes Günther y Gutrune, de facciones más humanas y que les refleja vulnerables y manipulables.
El Ocaso inicia, de una forma muy diferente a sus antecesoras. El panorama es lúgubre y desolador. La maldición del Anillo ha vuelto locos a los dioses, quienes han talado el Fresno del Mundo y han colocado sus leños en la galería del Palacio Valhala para alimentar el fuego de la chimenea, sin saber que ello acarreará su propia destrucción. Por otra parte, Wotan, el dios principal, se encuentra devastado por haber exiliado a su hija Brunnhilde a una colina rodeada por las llamas del dios Loge, y por haber sido vencido en combate por el humano -welsungo- Siegfried, de cuya batalla conserva como recuerdo los trozos de su lanza sagrada.
De esta forma, las tres Nornas, oráculos de la mitología germánico-escandinava, narran los eventos más destacados ocurridos en las tres partes anteriores de la tetralogía como son la Construcción del Palacio Valhala; el robo del Oro del Rhin, por parte de Alberich, a las Ondinas; el forjado de la espada de Nothung con la que posteriormente también Siegfried mató al dragón Fafner y logró para sí el Anillo; y el secreto de la mujer encerrada tras las llamas (la valquiria Brunnhilde) quien sólo podrá salir hasta que un hombre sin miedo (Siegfried) la desvirgue.
Como es característico en la obra de Wagner, musicalmente, el rol de cada personaje es reforzado por el recurso del leit motif (hilo conductor), de tal forma, cuando ocurre algún asesinato, los acordes que hacen referencia a la maldición del Anillo toman un tono agresivo que es secundado por los cornos y demás instrumentos de aliento-metales, mientras que visualmente, se puede observar, repentinamente, el cambio de color áureo a carmesí en el gran anillo que está puesto digitalmente en la pantalla del escenario.
También, cuando en el desarrollo de la obra se está cerca del Río Rhin, los instrumentos que sobresalen son los de aliento como flautas y clarinetes, así como los de cuerda: violines y arpas, y algunas percusiones como el triángulo que, reforzadas con tres voces femeninas _soprano, mezzo y contralto-_, reflejan la vida marina y el clamor de las Ondinas, quienes aparecen “nadando” suspendidas por los aires, mientras que el proyector arroja en tonos verde-azulados imágenes que hacen recordar al vital líquido.
La conjunción de los elementos actorales, escénicos, musicales y visuales hacen ver, de un modo integral, esta fantasía mitológica digna de los mejores teatros de Ópera a nivel mundial.
Aunque esta vez no hay caballos voladores, ni dragones de piedra, para “apantallar” al espectador. Es de destacar la escena de la muerte de Siegfried, conmovedora y desgarradora, como consecuencia de su traición a la mujer amada y que reafirma que, aunque exista el arrepentimiento, éste no borrará las consecuencias de la infamia cometida.
Pero como en toda buena historia, el orden debe ser restablecido. En este caso el Anillo, para ser purificado de su maldición, debe regresar a su punto de origen: el Rhin. Para ello, también se habrá de hacer el supremo sacrificio que llevará al fin de una era y al comienzo de otra.
Regresa al papel estelar de Siegried, el tenor norteamericano Peter Svensson. El resto del elenco está conformado por cantantes extranjeros como la soprano Ursula Prem, quien interpreta a Brunnhilde; el barítono Andrea Silvestri, en el papel de Hagen -quien, por cierto, se llevó la mayor ovación del público-; y Elena Petranova, como Gutrune; así como destacados intérpretes mexicanos como el barítono Jesús Suaste, quien vuelve una vez más en el rol del elfo Alberich; el tenor Jorge Lagunes como el príncipe Günther y las sopranos: Irasema Terrazas, Carla López Speziale y Encarnación Vázquez como las Ondinas.
El Coro y la Orquesta del Teatro de Bellas Artes son dirigidos magistralmente, de nueva cuenta, por Guido Maria Guida; el vestuario está a cargo de Violeta Rojas; y la iluminación es de Víctor Zapatero. Todos ellos, en conjunto con los Jorges Ballina, conforman el equipo con el que Vela ha trabajado desde hace ya casi seis años cuando comenzó la preproducción, y desde hace cuatro cuando se concretizó el montaje de Der Ring des Nibelungen.
En conferencia de prensa, Sergio Vela adelantó que se realizará un DVD con la recopilación de las cuatro partes de la obra wagneriana, así como un libro bellamente ilustrado con todos los detalles de la producción.
El Anillo del Nibelungo: El Ocaso de los Dioses (Die Götterdammerung)
Palacio de Bellas Artes. XXII Festival de México en el Centro Histórico.
Funciones: Domingo 26, Jueves 30 de Marzo y Domingo 2 de Abril, 17:00 horas
Costo: $1300, $900, $450; $390 y $100 pesos.
Duración: 5 horas 30 minutos, más dos intermedios de media hora.
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