viernes, 27 de octubre de 2006

Es la "usabilidad", estúpido

Cuentan que cuando Bill Clinton estaba buscando ser electo como presidente de EUA (USA), uno de sus asesores colocó carteles en las principales oficinas del equipo de campaña con la consigna de "It's the economy, stupid!" (¡es la economía, estúpido!) para recordarle a todos los miembros de su equipo que la fundamental diferencia entre ellos y los republicanos --encabezados, en ese entonces, por George Bush padre-- era el modelo económico.

Mucho, dicen, la frase ayudó en la victoria. Por otra parte, la "usabilidad" (del término usability, en inglés), se refiere a la característica que un sistema debe tener para ser usado por el más amplio rango de personas.

Esta llamada "usabilidad" se usa sobretodo para referirse a la arquitectura de un sistema de cómputo o algún sitio web, pero también se le ocupa ya en cuestiones de diseño industrial. De hecho, este término acuñado por Jakob Nielsen se ha hecho tan popular que existen sitios dedidados al estudio del mismo tanto en inglés como en español o en casi cualquier otro de los principales idiomas.

Cuando fue inaugurado el Metrobus de la avenida Insurgentes, éste, con tal de que fuese inaugurado por el Peje, inició operaciones con estaciones incompletas. Algunas de ellas sin rampas de acceso o sin energía eléctrica, es decir, no tenían una buena "usabilidad".

Por si ello fuera poco, los usuarios tenían que comprar boletos de papel (que a los pocos días se comenzaron a falsificar), puesto que las tarjetas de prepago que habían anunciado para ello, tampoco quedaron listas a tiempo.

Es de este sistema electrónico de boletaje del hoy cariñosamente bautizado "lentobus" sobre el que quiero referirme en esta oportunidad. Independientemente de si fueron debidamente licitadas o no (hoy ya se sabe que fue una decisión de facto), el sistema dispensador de éstas, a cargo de la empresa Inbursa (sí la de Carlos Slim), dista mucho de ser de lo mejor del mundo.

El sistema ya cumplió un año y, generalmente, cuando veía a la gente formada para comprar sus pasajes solía preguntarme "¿Por qué se tardan tanto en recargar una simple tarjetita?". Yo mismo me respondía diciendo: "estamos en México, la gente no se toma la más mínima molestia para leer las instrucciones, eso sumado a la casi natural aversión que parte de la población tiene hacia la tecnología.

El pasado viernes tuve que tragarme mis palabras ya que por primera vez tuve que utilizar una de esas maquinitas.

Me explico: para comprar una tarjeta son necesarios $11.50 en moneda nacional. La "usabilidad" y la lógica dirían que una vez que uno compra la referida tarjeta (depositando el dinero, claro), está ya debiera de venir cargada con el capital que uno le cargó, por ejemplo: $20 pesos.

Pues no es así. A pesar de que se distinguen dos más que notorios botones, uno que dice "COMPRA" y el otro que dice "RECARGAR", el consumidor debe:

1. Pagar por la tarjeta. El sistema tras detectar el depósito del efectivo enuncia la palabra "ÉXITO",y posteriormente sale el flamante objeto rectangular de una bandeja.
2. Después, el comprador tiene que insertarla en una ranura junto al botón de "RECARGAR", e ingresarle más dinero para el sistema de prepago, ahora sí, le inserte el crédito desado.

El respetable tal vez se pregunté ¿y qué pasó con el resto del dinero ($8.50 pesos) que ya se había ingresado con la compra del plástico?

La respuesta, colocada a mano en un pequeño trozo de papel con letras irregulares y sostenida con cinta adhesiva; no frente a la dispensadora, sino en alguna de las paredes laterales: "El sistema no da cambio".

¡Simplemente marvilloso! -- el incauto escritor de ésta bitácora balbuceo-- y posteriormente declamó, de manera espontánea, casi como sí recordase el papel de una de las tragedias de Esquilo en las que obligadamente participó cuando iba a la escuela secundaria (aunque sin la máscara y la túnica blanca): "espurio" , en contra de la máquina, de Inbursa, del Gobierno del Distrito Federal, faltaba más.

Una vez resignado a depositar más pesos para "recargar" así el infame boleto, y tras tomar el Metrobus con rumbo al norte de la ciudad, el bien ponderado tuvo a bien recordar las breves pero concisas lecciones de Usabilidad 101 intruidas por su amigo Earl... Y reflexionar en la conveniencia de enviar "su humilde opinión" a algún funcionario de este ineficiente medio de transporte con la premisa: "es la usabilidad, estúpido".

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