Disfruto mucho cada que voy al Macarroni & Grill (caramba, ya hasta parece infomercial). Entre mis razones, he mencionado que los manteles del lugar, al ser de papel, pueden convertirse en una obra de arte por el comensal.
Anoche, al llegar al festejo de Aniux y pedir la infaltable pasta a la medida (infomercial ibid.) me quedé con el crayón con el que seleccioné los ingredientes de mi elección. Fue entonces cuando hizo acto de presencia, en mi mente claro, ese "furor de la inspiración" que es "tan nocivo para la creatividad".
Con crayola en mano, me dije a mi mismo: "mi mismo, tiene años que no dibujas nada a mano alzada, ¿Por que no reproduces los elementos que tienes alrededor y los obsequias a la festejada, tal y cómo lo hicieron en tu pasado onomástico?"
Y pues que empiezo a dibujar cada uno de los detalles de la botella de aceite de olivo que tenía frente a mi. Claro, yo estaba entradísimo como cuando solía hacer mis comics en la secundaria... ya estaba a punto de terminarla y seguir con la reproducción de la vajilla y el salero cuando en ese momento, dos de mis amigas me interrumpieron... (Cf. inserte el sonido que producen los frenos de un auto al accionarse intempestivamente o el de un reproductor de discos de vinilo al retirar la aguja).
"¿Qué haces?", dijeron. Tan quitado de la pena estaba, pero al mismo tiempo, sorprendido negativamente por la interrupción, levanté el rostro y les dije: "Pues dibujando, ¿no ven?".
--Sí, ya vimos, pero sobre el mantel de tela, añadieron.
En ese instante sentí una vergüenza enorme, como si todo el derredor se oscureciera y se precipitara sobre mi, e instintivamente busqué cubrir "mi recuerdito" con lo que fuera. Y ¿qué creen? que llegó el mesero con la comida. Mi reacción, la cara Josef #32495, a saber: risa nerviosa muy obvia.
Sólo alcancé a medio ver la reacción del buen hombre, una mezcla de risa con un "no es posible". Los siguientes minutos, como todo hombre culpable, busqué la "injustificable justificación" de mis actos. Como dice eun dicho: "defender lo indefendible".
¿Quién iba a decir que de todas las mesas del restaurante me iba a sentar en la única que no tenía mantel de papel? Y no sólo eso, que no iba a notarlo.
Resignado, me comí la pasta --¡cuánto dolor!-- y cabisbajo acepté que el mundo apreciara mi efímera y poco afortunada obra.
En fin, he aquí la foto, cortesía de la festejada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario