Desde que tenía como 15 años, gracias a la genética, tengo que ir cada "x" tiempo al pedicurista. No, no es por gusto personal, ni por la hoy tan comentada "metrosexualidad", es por necesidad ya que padezco la condición de onicocriptosis, es decir, uña del pie encarnada.
Pues bien, mi pedicurista ha sido practicamente la misma desde entonces (perdonen ustedes que no ponga aquí su nombre), y claro, con el transcurso de cada sesión, simpre hablamos de numerosos temas.
Ella es, por cierto, la podólogo (no se cambia la palabra en el género femenino) de López Obrador y de algunos reporteros de Televisa; por lo que ya verán venir el tema de conversación del pasado viernes: el bloqueo sobre Paseo de la Reforma. Sólo he de decir que el negocio en el que ella junto con otras siete personas trabajan sí se vieron muy afectados con la toma de la avenida más emblemática de la ciudad ya que los ingresos de todos se vieron reducidos en más del 50%.
Volviendo a mi última visita, he de decir que valió hasta el último centavo. Mon Dieu, es un gran placer, sobretodo tras todo lo que caminé en mis vacaciones por la Columbia Británica, volver a poder caminar como persona normal, que los zapatos o los tenis no te lastimen ni te cansen.
Bueno, pero como todo lo bueno de esta vida, se le tiene que dar mantenimiento, y así tendrá que ser, por lo que ya programé la próxima visita.
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